Reseña de Manuel Torres sobre «El tesoro de Nita: El no dragón hambriento»

Hola a todos y todas,

El gran autor y experto en literatura fantástica Manuel Torres, me ha hecho un hueco en su fabuloso blog donde ha plasmado sus impresiones al leer mi primera novela. Además de autor de literatura fantástica es un poeta con mucho talento.

En su blog encontrareis más reseñas sobre obras maravillosas clásicas y por descubrir. Por supuesto que podréis encontrar información sobre sus fabulosos trabajos.

Manuel Torres Escritor

 

RC: Cadena parte 3. Ekain (2018)

Me gustaría presentarme, pero no va a ser posible; por lo menos por ahora.

Quiero seguir con la cadena de mensajes iniciada por Iker Gauss, ingeniero desaparecido junto a su mujer y otras personas cercanas. A mi parecer se está obrando muy mal con este asunto en el que claramente se han saltado a la torera los derechos de los ciudadanos. Es todo demasiado turbio. No hablo de un hecho ocurrido en un país remoto, hablo de sucesos que transcurren en La Rioja y en Euskadi, hasta donde yo sé.

Conozco a un trabajador de una empresa de seguridad privada que sustituía a un compañero en las cuevas de Ekain en Zestoa, Gipuzkoa. Son cuevas con pinturas rupestres espectaculares que forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde hace tiempo. Él me contó lo que ahora mismo relato.

El día en cuestión todo iba como la seda. Empezó una nueva ronda relajado sin pensar en nada. Tenía que revisar una zona donde había material muy caro para escaneo y fotografía. Estaban en la segunda fase de una digitalización del contenido de las cuevas para deleite de todo el mundo. Ya habían colgado varias fotos y la gente podía disfrutar del interior de las enormes cavernas mediante su navegador. La calidad de esas fotografías es espectacular. Todavía se pueden ver.

Cuando pasó por allí, un ruido llamó su atención. Se trataba del disparador de una cámara réflex. El lugar debería estar vacío. Se imaginó que algún currela estaría metiendo horas y decidió ir a llamarle la atención, ya que su hora de retirada iba ligada a la salida del colega. Al verle aparecer, el individuo guardó la máquina y salió corriendo del lugar. Se inició una tremenda persecución en la que el vigilante, bastante pasado de peso, dijo darlo todo por atrapar al ladrón. Estaba seguro de que se trataba de alguien que se llevaba alguna de las cámaras. En la carrera, el guarda se cayó y rompió el walkie, además de parte del uniforme. En resumen, el fugitivo se escapó y le echaron una bronca tremenda por romper material de la empresa, incluso por el uniforme, que ya tenía más de cinco años. El jefe no se creía nada de lo que le contaba porque no había desaparecido nada, no había registros en vídeo ni huellas. Ya había tenido algún encontronazo con él a causa de su dejadez y su baja forma física.

Después de varias cañas y de ver como la Real casi volvía a dejarse remontar, me empezó a contar lo sucedido. Despotricó sobre el jefe y la baja estima que le profesaba. «Ese cabrón piensa que me caí sobre el walkie sin más. Él sí que es un puto torpe», me decía caliente por la cerveza. Me divertía toda la historia y empecé a interrogarle sobre cómo era el presunto ladrón. Me dijo que llevaba coleta, tenía grandes entradas, y vestía una cazadora de cuero. Además, en el cuello llevaba un tatuaje con unos y ceros. Estos dígitos se repetían como si fueran algo significativo en varias líneas. He de reconocer que mi colega tenía cierto don para fijarse en detalles importantes y que, yo, con algo de alcohol en el cuerpo, podía parecer la sombra de Jessica Fletcher.

Todo quedó en una simple anécdota hasta que, un día, cuando salía del trabajo, me encontré con un individuo que encajaba perfectamente con la descripción de mi amigo. No le di importancia hasta que me lo encontré varias veces más. Le vi con un bolso para material fotográfico profesional. Lo comenté con mi amigo y me instigó a que le siguiera. Me picaba la curiosidad, así que una tarde le seguí hasta su domicilio. Entró a un portal y, desde la calle, tras unos segundos de espera, se encendía una luz en el segundo piso. Me iba a acercar para ver si ponía algún nombre en el telefonillo, pero entonces dos hombres se dirigieron al portal. Disimulé un poco y, cuando entraron, miré los nombres. Ponía «J.C. Cuadrado». De repente, varios cristales llovieron de la ventana rota y el sospechoso cayó después torciéndose el pie derecho. Con una cojera pronunciada me atropelló en su torpe huida. Se paró, me entregó un pendrive repitiendo la frase «corre por tu vida» y salió escopetado. Escuché ruidos desde el segundo piso y me escondí entre varios setos. Cuando se calmó el asunto conseguí reunir el valor suficiente para abandonar el escondite y poner rumbo a mi casa.

Pensaba que me había librado de morir en extrañas circunstancias hasta que vi el contenido del pendrive. Me quedó muy claro que había que compartirlo.

Os dejo el enlace:

Enlace caído.

RC: Cadena parte 2. Cloacas (2018)

Estás a salvo, has entrado en las cloacas.

Si estáis leyendo este comunicado aseguraos de tener protegida la IP desde donde os conectáis. Vuestro ordenador no corre ningún peligro, no quiero que penséis que vais a ser infectados o controlados por troyanos ni mierdas de esas. Corréis peligro de muerte. Tengo evidencias de asesinatos y desapariciones por no ser cautos. No os va a salvar un pedazo de cinta aislante en vuestra webcam, tenéis que aseguraros de no ser visibles por completo.

Como ya sabéis, existen muchas herramientas para monitorizar alertas y hacer búsquedas sofisticadas de todo lo que se publica en internet, ya sea en páginas, redes sociales, blogs, etc. Si no teníais ni idea de esta posibilidad no veo salvación en vosotros. Hace unos meses conseguí unas fotos de un suceso extraño sucedido en España, en concreto en La Rioja. Me descargué unas fotos de un mensaje impreso en el chasis de un automóvil. En la siguiente búsqueda habían desaparecido. El chico que las publicó junto con su mujer y otras personas también relacionadas con la noticia, se encuentran en paradero desconocido. Nadie sabe nada y existen cuatro denuncias en dependencias de la Guardia civil.

El hecho de no poder comunicarme con ellos me intrigó de tal manera que me puse a investigar el código. En la subred, las entrañas de internet, como a mí me gusta llamarla, contacté con un potente programador. Le expliqué mi problema y se dispuso gustoso a ayudarme. Me proporcionó un software de reconocimiento de imágenes muy sofisticado con el que poder analizar las fotos en busca de patrones, rostros y otros detalles difíciles de ver a simple vista.

Lo llamó Leonardo en un alarde de originalidad.

Gracias a este software, he descubierto en las fotos un código binario impreso que a su vez contiene más código. El software ha llegado a encontrar cincuenta capas de información en cada dígito. La pareja que lo descubrió eran expertos en calidad de fotografía y las imágenes eran enormes. Me expuse mucho descargándolas, pero ahora veo que ha merecido la pena.

Se trata de una nueva fuente de energía generada por biomáquinas, pero no he descubierto quién lo ha mandado ni, por su puesto, de dónde proviene. Parece tecnología muy avanzada. Algo que puede ser codiciado por grandes fortunas. Hay que andar con mucho cuidado. Si una cosa tengo clara es que lo compartiré con todo el mundo.

Por cierto, me llaman Racu, el vigilante de las cloacas que, al igual que en las playas, se encuentran todas las miserias de la gente. Si no te lo crees todavía, déjame que te diga que hay demasiada mierda.

Os seguiré informando. Difundid todo lo que encontréis en las cloacas. Aquí os dejo el mensaje original:

Enlace caído.

RC: Cadena parte 1. Origen (2018)

Me llamo Iker Gauss y soy ingeniero de telecomunicaciones. Hace dos meses me ocurrió algo que no puedo explicar, pero sí narrar. Dejo a las futuras generaciones la decisión de tomar en serio el relato o mandarnos al olvido. Estoy acostumbrado a crear entradas en blogs especializados y ciertas revistas del sector, pero este suceso es difícil de catalogar. Me están llamando loco antes de empezar.

Todo ocurrió en La Rioja la pasada Semana Santa. Mi mujer y dos amigas se fueron la víspera de Resurrección a pasar el día a la famosa calle Laurel de Logroño. A la vuelta pasaron por Nájera para disfrutar de la bonita tarde que, por sorpresa, les brindó ese día. Llegaron a casa bastante más tarde de lo que yo pensaba, pero había visto fotos de la jornada y, sintiendo que se lo estaban pasando muy bien, no le di importancia.

Me iba a retirar a dormir cuando aparecieron muy alteradas. Era ya medianoche. Estaban en estado de shock. Después de un rato tranquilizándolas me contaron lo sucedido. En su trayecto de vuelta, a las afueras de Haro, decidieron venir por una carretera comarcal menos transitada. Obviamente, sabía el porqué, ya que las fotos compartidas lo revelaban, pero no era lo importante en ese momento. En la carretera, mientras cantaban una famosa canción que sonaba en la radio, perdieron el control del coche. Dudaban sobre lo que pasó ya que no se salieron de la carretera, sino que el coche se apagó de pronto y no pudieron frenarlo. El contacto no funcionaba y la radio tampoco. El extraño suceso las dejó confundidas unos segundos antes de que algo cayera sobre el techo y rodara por el parabrisas. Quedó tirado en medio de la carretera delante del morro. Parecía tener forma esférica. Mi mujer y sus dos amigas salieron a ver que era, asustadas y nerviosas. El artefacto, después de soltar varios chispazos, se elevó. Era un ojo mecánico, redondo, de unos veinte centímetros de diámetro. Se apreciaba perfectamente el iris, la pupila y el cristalino. Empezó a vibrar lanzando rayos que quemaban. Las tres se lanzaron a un lado evitando esos millones de agujas luminosas que sentían penetrar en su piel. En pocos segundos, el ojo mecánico estalló, dejando solo minúsculas partículas de metal.

Mientras asimilaba lo que me estaban contando me asaltaron muchas dudas. A ninguna de ellas se les ocurrió hacer una foto. Cuando pregunté casi me lanzan a la cabeza los móviles; fritos por algún tipo de onda electromagnética, pensé. Según me dijeron, el coche empezó a funcionar al reventar la esfera. Salí a ver el coche y vi el bollo en el techo. Sintonicé varias radios para saber si había ocurrido algo parecido, pero no hubo ninguna noticia. Decidimos ir a dormir y descansar. Nos costaría mucho borrar esa noche de nuestras cabezas.

Todo hubiera acabado en ese momento si no fuera por la marca que todavía prevalecía en ellas. Las pesadillas impedían dormir a mi mujer y a sus dos amigas. Por supuesto, si ella no dormía, yo a duras penas lo conseguía. Sin embargo, estas pesadillas desaparecieron cuando limpiamos el coche. Un fin de semana nos dispusimos a darle un repaso a la carrocería armados con mangueras, jabón y esponjas cuando nos dimos cuenta de que el agua dejaba ver un sistema binario impreso en la chapa y el cristal del automóvil. Esta vez sí que sacamos fotos. Daba la impresión de que el agua, vital para la vida, nos mandara un mensaje.

Todavía estoy intentando descifrar qué pone y he decidido compartirlo con todos en el siguiente post: